por Ramiro Cibrián

Las Carreras Internacionales de Hong Kong (HKIR, por sus siglas en inglés) se celebran justo dos semanas después de la Japan Cup y son la última reunión del año sobre la que escribo. Después me doy vacaciones hasta el primer sábado de abril, cuando se celebrará (con una semana de retraso por el fin del Ramadán) la Dubai World Cup, que es con lo que suelo empezar el nuevo año. Las HKIR son cuatro: (i) el Vaso, sobre 2400 metros, (ii) la Copa, sobre 2000, (iii) la Milla y (iv) el Sprint, que se corre con una curva sobre 1200. Las carreras se celebran en el hipódromo de Sha Tin, un recinto ubicado en los Nuevos Territorios incorporados a Hong Kong tras el acuerdo con China. Es un hipódromo grandioso e impecable, en el sentido de que es elíptico y completamente plano, con una recta final larga, de más de 600 metros que son suficientes para solventar bien las diferencias entre los participantes. Para los expedicionarios europeos (y de otras latitudes), que suelen acudir numerosos atraídos por las importantes bolsas de las cuatro carreras, suele haber dos problemas mayores: uno es la fecha, pues la reunión se celebra cuando casi todo el mundo en Europa (pero no en Japón) ha terminado los entrenamientos y se ha ido de vacaciones. Y el otro es que a veces, para alguna o algunas de esas cuatro pruebas, hay un constatado campeón local que resulta casi imposible de batir. En cuanto a las bolsas, expresadas en euros, son de 4,87 millones para la Copa, 4,38 para la Milla, 3,16 para el Esprint y 2,92 para el Vaso. Una pena esta reducción, pero casi 3 millones de euros continúa siendo una cifra muy atractiva y atrayente.

En todo caso los temidos campeones locales no han existido prácticamente nunca para el Vaso, quizás por su excesiva distancia para los estándares no solo americanos, sino también de Hong Kong. Desde la creación del HK Vase en 1994 los locales lo han ganado solo en tres ocasiones. Los europeos, por el contrario, se impusieron en las cuatro primeras ediciones (la segunda, con Partipral, propiedad entonces de Enrique Sarasola y al que montó Olivier Peslier) e incluso en la última, la de 2023, cuando ganó Junko, un poco conocido potro castrado de los Wertheimer que estaba entrenado por André Fabre y al que montó Maxime Guyon. Menciono aquí lo de castrado porque los castrados, incluidos los europeos, parecen ir particularmente bien en Hong Kong. De hecho, los campeones locales suelen estarlo, por lo que si no especificamos lo contrario pueden asumir en lo que sigue que se trata de ejemplares en esa condición. Su proliferación en Hong Kong quizá también se explica porque allí no hay ninguna cría significativa. Los caballos que corren en Sha Tin o Happy Valley (los dos hipódromos del enclave) se importan del resto del mundo y la castración prolonga su vida de carreras. Esos caballos, incluyendo los campeones, no suelen ser flor de un día sino que siguen en activo durante muchos años, sobre todo en comparación con otras regiones del mundo donde más pronto que tarde, y por muy buenos que sean, los enteros van a la yeguada.