por Ramiro Cibrián,

Los dos grandes hipódromos del norte de Inglaterra son el de Doncaster y el de York. En el primero se corre a mediados de septiembre la última clásica del año, el St Leger, que es la más antigua, pues se creó nada menos que en 1776, tres años años antes que el Oaks y cuatro antes que el Derby. York, por su parte, es famoso porque lo fundaron los romanos (de ahí viene el nombre de Ebor) y también, porque fue uno de los dos polos en la Guerra de las Dos Rosas. La misma tuvo lugar entre la casa de Lancaster, cuya divisa era una rosa roja, y la de York, que era blanca. Al final ganaron los de Lancaster, pero no abusaron demasiado. Tras derrotar inapelablemente al (según Shakespeare) malvado Ricardo III de York en la batalla de Bonsworth Hill, el nuevo rey Lancaster, Enrique VII, se casó con la princesa Elisabeth de York, inaugurando así la dinastía Tudor, y con ella un período de paz y prosperidad para Inglaterra bastante mejor que la guerra civil anterior. Rosas aparte, York es en nuestros días es famoso no solo por su rico pasado sino también por su hipódromo, situado en el parque municipal del Knavesmire y en el que en la segunda quincena de agosto se celebra el festival Ebor, uno de los más importantes del verano inglés. El de York es uno de los mejores hipódromos de Inglaterra, en el sentido de que no tiene ni subidas, ni inclinaciones trasversales, ni toboganes. Es fundamentalmente plano y tiene una recta larga, de cerca de 800 metros, en la que se pueden solventar sin excusas las diferencias reales existentes entre los caballos.