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viernes 3 mayo 2024



- 12/04/23
EL AGUACERO


Rodrigo García Bergareche

Una mañana cualquiera del verano de 1870 Kempton Park no existía.

Tan sólo unas horas después, ya había devenido mundo en la imaginación de un tal Mr Samuel H. Hyde. La casualidad es madre de muchos hechos cuya existencia más tarde se toma como inevitable y se da por sentada, como si fuese asunto ultraterreno de destinos ya esbozados por una mente suprema y atemporal. Sin embargo, cuando se echa la vista atrás hacia los orígenes de estos acontecimientos, cierto estremecimiento recorre el espinazo, pues los inicios son tan frágiles e inestables, tan contingentes, que, en realidad, vienen a demostrar que todas nuestras grandes certezas descansan sobre un fino hilo de azar que recorre cada átomo de vida en la Tierra, pues es ésta su mayor empresa y recipiente de todas las demás: por ejemplo, este emplazamiento en Sunbury-on-Thames.

  • Así, esta historia comienza con un individuo disfrutando de un paseo en carruaje por las praderas soleadas de Surrey. Bien se le podría evocar admirando el paisaje eternamente verde, aprovechando un día radiante de verano tras tantos meses grises. En ese punto, traqueteando por el camino, tuvo que llegar a lo que siglos antes había sido el feudo de Kempton, cuya existencia y nombre se recoge ya en el Domesday Book, el registro que Guillermo I el Conquistador mandó hacer en 1086 tras su exitoso desembarco en Inglaterra, a fin de recabar información sobre el territorio que acababa de ocupar. De esta manera, Kempton Park daba nombre al señorío feudal, al que le correspondería un manor, o castillo, del que ya nada queda.

  • Cómo tuvo que ser la visión extasiada de nuestro amigo Samuel, cómo tuvo que ser el arrebato y la instantánea y subsiguiente conexión neuronal producto del golpe estético que le produjo la campiña veraniega, que a los dos años se hizo con los terrenos y, tras otros seis de obras, en Julio de 1878, este lugar al que me dirijo ahora mismo -ya con 145 años de vida y actividad- abría sus puertas como hipódromo.

  • Por contra, de nuevo invade cierto vértigo pensar que este siglo y medio de emociones podría no ser real (si acaso algo lo es) si, aquel día, el cochero hubiese elegido otra ruta, o hubiese llovido -nada fuera de la lógica-, o Samuel no estuviera de humor para los paseos, o si se hubiese dormido, o si la inoportuna caída de un árbol hubiese cortado el camino, o si se hubiera roto una rueda… y tantas y tantas, infinitas posibilidades que podrían haber cambiado el curso de la historia.

  • No obstante, un milenio, doscientos años después, aquí están, en pleno siglo XXI, todos los parroquianos habituales (y los excepcionales) a disfrutar de una tarde de carreras. A las cinco y media, hora en que se da la largada de la primera, sigue siendo de día a todas luces (nunca mejor dicho), el cambio de hora ofrece una nueva experiencia del recinto, que semanas atrás sería ya un remanso crepuscular.

  • La primera es un hándicap clase 5 para tres años, encuadrada dentro de las London Mile Series Qualifier, una serie de clasificatorias que culminan en una prueba final celebrada en Septiembre y que ofrece 80.000 libras al ganador. También se corren en el sprint, la media distancia y el fondo, todas con el mismo premio.

  • En esta ocasión, Dutch Kingdom, de rojo con franja vertical granate, a 5 a 1, se hace con la victoria de punta a punta, tras una bonita pelea con el 2, Saturnalia, uno de los favoritos, que, viajando en el grueso del pelotón, aprovecha el carril abierto por dentro por el open stretch que provoca la curva del anillo interior al desembocar en la recta. Cabeza con cabeza, se disputan la victoria un par de furlongs, hasta que, a los cien metros, Dutch Kingdom da un golpe extra de riñones y mostrando corazón no se deja pasar y se alza con la victoria. Llega el 8, Kitaro Kich, bien de finales, puede incluso parecer que se suma a la fiesta de los dos primeros, pero acaba por ser tercero holgado a un cuerpo y algo.

  • Hoy hay bastante gente, aprovechando la luz, supongo, acuden muchos aficionados y demás curiosos. Están las gradas muy concurridas y se escuchan hoy con más insistencia las voces de los bookies ofertando sus dividendos, cosa que me recuerda un poco a los mercadillos patrios. Esta tarde, bajo la azotea de la prensa, hay un grupo de personas disfrutando del día, están en la llamada Desert Orchid suite y van todos de punta en blanco. Sin embargo, según pasan las horas y el alcohol, van perdiendo el decoro.

  • La segunda, una clase 5 de novices sobre 7 furlongs, parece un mano a mano entre el 1, Naaser y el 6, Starlight Nation, a los que vi correr el 15 de Febrero. Aquel día quedaron segundo y tercero respectivamente, detrás de otro conocido, Mclean House. Dan como favorito a Naaser porque tras esa actuación gana una clase 3. Yo me decanto por el segundo, en esa actuación previa sólo les había separado una nariz con una diferencia de peso de dos libras y hoy Starlight Nation recibe 9. A 6 a 1 cierro unas dobles con un caballo de la quinta. No pueden diferenciarse más en el paddock ambos ejemplares, Starlight Nation presenta una gran alzada y parece el padre de todos, muestra un fenotipo de sprinter explosivo luciendo unos poderosos cuartos traseros, Naaser, por el contrario, es el más pequeñito del lote. Montándolo William Buick, había sido el favorito claro para los apostantes a lo largo del día anterior, aunque de repente -oh sorpresa- el número 2, Deceiver, se planta con un 7 a 2 un tanto de la nada tras un debut discreto, tercero de cinco a once cuerpos, y una segunda sin figurar. Teniendo en cuenta mi pequeña experiencia en el turf británico, observando cada jornada qué ocurre con este baile de dividendos, sospecho que tiene opciones fundadas, pero considero mi baza sólida y me mantengo en mis trece.

  • A la postre resulta un error. Este Deceiver, de verde con franja horizontal blanca, gana relativamente fácil, dejando a un cuerpo a un petardo a 50 a 1 y a casi cinco a Naaser, al que habían subido once libras desde la victoria y trece desde el debut, cosa que obviamente ha acabado pagando porque no muestra ningún cambio de ritmo. Starlight Nation, corriendo rezagado en conserva, se encuentra con una recta horrible, primero lo intenta por dentro, luego busca el exterior y un tímido remate le sirve para no desmerecer. Deceiver, con Rossa Ryan, se cuela por dentro desde posiciones intermedias y deja sentenciada la carrera en el último furlong con un salto poderoso que solo puede seguir por fuera el invitado al que nadie esperaba, el debutante Cue’s Beau.

  • El ganador vuelve con tanto ímpetu que está a punto de chocarse contra la valla del pasillo que lleva al paddock y tirar a su montura. Seguía teniendo ganas de correr.

  • En los prolegómenos de una nueva prueba de novices, clase 4 en 6 furlongs, varias cosas llaman la atención. Primero el calentamiento de Oisin Murphy, practicando insistentemente los fustazos con su brazo derecho, como si supiera que le va a tocar arrear desde ese lado, cosa que ocurrirá finalmente minutos después. Precisamente, monta al favorito, Alpha Zulu, de granate con cordones dorados y un penacho también dorado en la gorra. Este Alpha Zulu es hijo de La Rioja, que da nombre al criador The La Rioja Partnership. No sé si es producto del azar, ya que coincide con el color vino de la chaquetilla, aunque esta pertenece a un grupo qatarí, no a la yeguada. La madre también corrió para esta misma cuadra así que me desconcierta un poco, fue ganadora de Grupo 3 y múltiple colocada en pruebas similares, también en la máxima categoría.

  • Por su parte, destaca el nerviosismo del debutante Exorbitant, que se vuelve loco, se niega a pasar por cierta parte del paddock y amenaza con entrar en pánico, haciendo gala del dramatismo propio de esta especie. Resuenan insistentemente los resoplidos que lanza por unos ollares vibrando con vehemencia.

  • Más tarde, se pondrá de manos en los cajones y acabará en medio del paquete a 5 cuerpos del ganador, Alpha Zulu, que no falla y deja a un cuerpo al segundo. Viajando segundo todo el recorrido, Oisin Murphy, ya en la recta, prefiere asegurarse y sacarlo al carril dos antes que esperar que se le abra el hueco por dentro y cuando le pide se va fácil. No es definitivamente el prototipo de jockey isleño, apenas se mueve sobre la silla. Queda segundo el 10, Peony, tras una bonita lucha con el 6, Mojeyrr, debutante con un cuellazo prominente, que quizás acusa el debut, pues siendo segundo durante un furlong termina por ceder una cabeza ante el rematador.

  • Al término de la tercera se pone a llover fuerte. Todo el mundo busca cobijo y la niebla se va cerniendo a lo lejos sobre el hipódromo, el día de carreras que me gusta -que amenazó la última vez- por fin se ha dado, y con creces, como si se hubiera reservado todo el agua para este momento. Ya curtidos en mil batallas, los bookmakers despliegan sus paraguas sobre los puestos y siguen con sus anuncios a plena voz, aunque ahora el número de posibles clientes ha descendido.

  • La siguiente es un hándicap clase 3 sobre 7 furlongs. Ya se ve a algunos jockeys con el pantalón por fuera de las botas, como suele ser habitual en estos días lluviosos.

  • Asistimos otra vez a una llegada disputada que no se resuelve hasta los últimos metros, cuando el número 7, Restrict, de origen norteamericano por padre y madre y vistiendo de amarillo con estrella negra, se impone por un cuello al 6, Little Edi. Ambos corren al acecho del puntero, Berkshire Phantom, al que sobrepasan a la vez de forma curiosa, el ganador vuelve a aprovechar el open stretch por el carril uno y el segundo por el tres, se lo tragan a la par haciéndole un sándwich. Cierra el trío el 4, Gulmarg, que desde posiciones intermedias pesca en el poste el bronce al puntero, también por un cuello.

  • Son ya cuatro jornadas aquí y empiezo a discernir a la mitología del lugar, por ejemplo, un señor de ceja arqueada que vive pegado a una pipa y que coge el mismo tren que yo, o el aficionado con el que hablé el primer día, con el que me saludo a lo lejos con un movimiento de cabeza. También, vuelvo a encontrarme con los dos personajes pintorescos del hipódromo, una pareja entrañable de viejecillos que llaman la atención porque ambos lucen unos llamativos gorros rojos de la casa de apuestas Ladbrokes, además, uno de ellos siempre va con unos pantalones de obra fosforitos, por lo que son fácilmente identificables. Se pasean siempre con una sonrisa en la boca, que sospecho que algo de etílica tiene, como si vivieran en un perpetuo estado de felicidad.

  • Esperando a la quinta, un hándicap sobre clase 2 en 7 furlongs resuena la lluvia con vehemencia en el techo voladizo de la tribuna, los goterones impactan violentamente contra el suelo y los que caen de los focos brillan por un instante, la luz les da cierta existencia propia para luego perderse entre la infinitud de las demás. Se queda vacía toda la parte de fuera, y sólo permanece estoico un arbolillo solitario, plantado en los mismos palos de la pista de hierba, abandonado a su suerte. Desde el restaurante panorámico -hoy a rebosar- y la tranquilidad que da estar a cobijo, la gente observa toda la escena sentados en sus mesas, departiendo tranquilamente entre carrera y carrera. Del grupo de debajo, sólo unos valientes -o inconscientes tras los espirituosos- se exponen al diluvio. Uno de los fotógrafos que está hoy cubriendo la jornada exclama un expresivo “heavy rain”, haciendo referencia a que el cielo se ha abierto con ganas.

  • Precisamente, el sonido de infinidad de fotos tomándose por segundo acompaña el paseo imperial del 6, Mounth Athos, de amarillo con costuras negras. Había llegado último al paddock, quizás haciéndose el remolón, y relinchando ostensivamente, como quejándose del aguacero. Es un cuatro años con dos victorias en cuatro salidas, justo las dos últimas, en las que ha dado saltos cuánticos de valor, paseándose primero en una clase 5 y luego en una 4, ambas por cinco cuerpos. Tras 160 días se presentaba de nuevo en Kempton, lugar de su última victoria. A mí, que me suele gustar ir al fallo del favorito, me costaba ver que fuera a tenerlo tan fácil en una clase 2, que es la categoría en la que empieza a hablarse de cosas mayores, pues es la antesala de los listed y grupos, a los que definitivamente parece destinado este ejemplar.

  • A pesar de la “derrota”, pues opto por el 7, Dubai Station, que no se mueve, siempre gusta ver a uno de estos caballos que empiezan a subir como la espuma y se fantasea hasta dónde podrá llegar.

  • Gana cómodo por dos cuerpos y algo al 1, Rythm Master, al que podría haber sacado más si hubiese querido. Lo hace de punta a punta a pesar de que el terreno empieza a tirar y de la estrategia en vanguardia, recorrido que siempre desgasta más. Sin embargo, también debido a cómo está la pista, nadie remata y hacen el trío el puntero y los dos acechadores, siendo el tercero Vafortino. Trata el 1 tímidamente de presentar batalla sin ser nunca una amenaza real, porque cuando quiere, Mount Athos se despega y llega al espejo en solitario. Lo monta con seguridad un James Doyle que es otro de estos jockeys enormes y espigados.

  • Los que acudimos al paddock nos calamos viendo a los de la sexta, un hándicap clase 4 sobre el fondo, 3200 metros o una milla, 7 furlongs y 218 yardas. Ahí está impertérrito el señor de la pipa, el primero que se aventura a salir mientras los demás aguardamos a la llegada de los contendientes bajo un tejadillo. Llama la atención el 2 por su nombre, Hydroplane, muy a cuento hoy.

  • No puedo dejar de decir que qué bien suena en directo el mítico “and they’re off… racing away…” -o anderóf, trasladándolo al puro fonema en castellano-. Entre el barrizal en el que se ha convertido la arena y la distancia, se lo toman con calma. Parten desde la salida de los 1200, pasando, obviamente, dos veces por meta. En la segunda, se impone el 7, Novel Legend, el favorito, a 9 a 4. Tranquilo en mitad del paquete, arranca desde los medios con un Daniel Muscutt muy inglés (éste sí), pero efectivo, pues no hay día que haya venido y no se haya anotado alguna, incluso doblando victoria en la jornada. Queda segundo el 5, First Emperor, puntero todo el recorrido, entra a la recta fácil y parece perfilarse como el ganador, no obstante, el ataque del Novel Legend es consistente y tras un rifirrafe se despega para ganar. En la curva progresan mucho desde posiciones finales el 3, Grandmaster Flash e Hydroplane, que se viene pronto, pues entra tras el giro final primero y también parece una baza sólida, peleando la carrera unos furlongs, por momentos parece hacer honor a su nombre y volar por el agua, luego pierde fuelle para quedar cuarto. Queda tercero Grandmaster Flash, también situado en la curva, remata todo lo fuerte que se puede hoy, quizás espoleado por los ánimos desaforados de una de las aficionadas bajo nosotros, copa de champán en mano. El eachway no se le habrá dado mal del todo ya que cierra a 33 a 1.

  • Con la séptima llega la calma y la lluvia se despide después de haber empapado con ganas e insistencia el hipódromo y a los asistentes. Y sucede lo que siempre suele suceder, que gana el caballo que me gustaba, pero sin haberlo apostado, a 7 a 1. Sir Rodneyredblood, de rombos naranjas y azul celeste con mangas blancas y brazaletes en el mismo tono de azul, se pasea en el hándicap más modesto del día, una clase 6 al sprint de los 1200. Le saca 3 cuerpos al segundo, Mustaffiz, y 3 y poco a Show Me A Sunset. Cabalga al acecho del puntero, que a la postre será el segundo, espera unos metros en la recta para mostrar su ataque y, cuando carbura, no le puede seguir nadie. Se repite la misma escena que en la anterior, un señor de traje impoluto pierde toda la proverbial flema inglesa y se vuelve completamente loco gritando y celebrando la victoria mientras sostiene en la mano triunfante el boleto de la apuesta y en la otra una pinta que le sabrá a gloria.

  • Humilde papelillo que no puedo dejar de mirar con ojos algo largos. Lo deseché a última hora, haciendo gala de una prudencia que suele ser de gran ayuda en casi todas las ocasiones, porque no es buena idea, por lo general, tratar de ganar en la última todo lo que se ha perdido anteriormente -que tampoco había sido mucho, todo sea dicho-. No obstante, esta regla no escrita a veces se vuelve en contra de uno.

  • Así, con la alegría incontenible de un afortunado, acaba esta húmeda jornada de carreras en Kempton. En el horizonte, en un par de semanas, la última cita de esta serie de encuentros vespertinos sobre la arena y fibra al sudoeste de Londres. Todo gracias a la inestimable labor de Samuel Hyde.










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