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sábado 20 abril 2024



España - 14/02/04
El Hipódromo recupera un mito: CLAUDIO CARUDEL
HIPÓDROMO DE LA ZARZUELA nombra al popular ex-jockey, responsable de la Escuela de Aprendices

Por CFGD

Aunque ya hace algún tiempo que el nuevo hipódromo de Madrid nombraba al ex jockey y ex entrenador hoy retirado, Claudio Carudel, como máximo responsable de la Escuela de Aprendices que los nuevos rectores del recinto de La Zarzuela proyectan crear –labor en la que contará con la colaboración de la también ex amazona y ex entrenadora Conchita Mínguez-, no es sino ahora que los medios de comunicación nacionales hacen pública la noticia.

  • A falta de dos meses para cumplir los sesenta y seis años, Claudio Carudel ya no ejerce la profesión de jockey que durante casi treinta años le ha mantenido en lo más alto del turf español y para la que permaneció en activo prácticamente medio siglo. Tampoco desarrolla ya la actividad de entrenador con la que seguiría alimentando -años después de colgar la fusta- su necesidad de seguir ligado al animal que tanto sacrificio le había demandado pero al que tanto debía, una necesidad que comparten todos los profesionales y aún los aficionados a esta divina actividad y a la que resulta muy difícil sustraerse. Con el calendario laboral ya vencido, le llega a Claudio este nombramiento de cuya idoneidad no tengo duda y que completa su estrecha relación con tan apasionante medio.

  • Para los de mi quinta, poco interés han de suscitar estas líneas que no sea el de los recuerdos de aquel tiempo pasado que –remedando al poeta- fue mejor. Aquel tiempo en el que se programaban y celebraban carreras en un recinto destinado al efecto, sito en la Cuesta de las Perdices de Madrid. Mi intención es pues bosquejar la figura de Claudio para que los más jóvenes conozcan algo de la trayectoria del gran jockey, considerado por muchos como el mejor de la historia de las carreras españolas.

  • Claudio Carudel Carratt nacía en el seno de una familia de origen inglés, en Chantilly, un pueblo situado a unos cuarenta kilómetros al Norte de París, lugar en el que se concentra el mayor contingente de caballos en entrenamiento del país vecino. Tras comenzar como aprendiz en su lugar de origen, a los 19 años decidiría trasladarse a España, país en el que iba a desarrollarse toda su vida posterior, tanto personal –se casó y tuvo hijos con una española- como profesional, terreno este último en el que en poco tiempo se aupaba a los lugares de honor del turf hispano.

  • Creo recordar que fue la Cuadra Esperanza, propietaria del gran TODO AZUL -¡Vaya nombre bonito para un caballo!- la que tuvo la iniciativa de contratar al por entonces joven “rubio”, mote con el que ya se quedaría para los restos. A partir de ese momento, Claudio pasaría a escribir una de las pocas páginas brillantes de nuestro turf. Jockey de Beamonte y de Villapadierna años más tarde, abandonaba al “Conde”-pese a la insistencia de éste- para fichar por la que sería la cuadra con la que habría de identificarse las décadas siguientes y que, por aquel entonces, comenzaba a destacar: la Cuadra Rosales.

  • Educado, caballero –en la plenitud del concepto- y de talante diplomático, ocultaba tras su semblante flemático, un carácter recio que le haría encumbrarse a lo más alto de su profesión, convirtiéndole –quizá junto al Duque de Alburquerque- en la figura más estimada y conocida en ámbitos que nada tenían que ver con los turfísticos, ofreciendo a la gente en general una imagen de las carreras muy alejada de lo que la creencia popular daba por sentado que debía serles consustancial: la trampa, el fraude o el doping.

  • Dicen que su estilo era feo. No sé. Creo que, quitando a Poincelet y a José Antonio Borrego, cualquier otro jockey tenía o tiene un estilo feo y algunos muy particularmente, casos de Piggott o del mismo Eddery. Feo o guapo, lo único cierto es que resultaba de una practicidad y efectividad abrumadoras, a juzgar por la cantidad de victorias que “el rubio” lograba, año tras año. Luchador en las llegadas, su mayor atributo era su sentido del paso -quizá la virtud más rara en un jockey- que es una combinación mental rápida e improvisada de tres factores: las características del caballo que se monta, el recorrido a realizar y el tren a que se está desarrollando la carrera. El que es capaz de unir los tres, tiene sentido del paso y –con él- una enorme probabilidad de pasar el primero la meta. El sentido del paso de Claudio se hacía excelencia cuando montaba en punta: ni en el turf extranjero he visto jockey alguno que le superara en esta táctica concreta de monta de espera en cabeza.

  • Ni soy aficionada a la estadística, ni mi memoria cuenta ya con la frescura de entonces. Por ello, no sería capaz de asegurar ni el número de veces que “el rubio” fue campeón de los jockeys, ni los Grandes Premios de Madrid que ganaba –creo recordar que una docena- a lo largo de su trayectoria, o los Villapadiernas, Beamontes, Corpas, Memoriales, Villamejores, Copas de Oro, Cimeras, Valderas y un largo etcétera en los que condujo caballos y yeguas a la victoria. Ningún número en concreto, sólo el recuerdo de algunos nombres indeleblemente asociados a él. El primero de ellos, DONAGUA, que, sin Claudio, no habría pasado de correr las primeras partes de los hándicaps y que, con él, alcanzaba las cotas más altas del calendario hispano, incluyendo una Copa de Oro en la que el trabajo del Rubio quedaba por encima de cualquier alabanza. Aparte del de Villapadierna, muchos son los nombres que quedan unidos a Carudel: de TODO AZUL a SACARA, NUMBER ONE a BALADA –dos elementos con muy poca clase a los que Claudio sacó un rendimiento muy por encima de su valor-, WILDSUN a CHACAL y un amplísimo listado de otros ilustres cuadrúpedos.

    Chacal y Claudio Carudel fueron los grandes triunfador en el Hipódromo de la Zarzuela en el año 1974

  • No se trata, sin embargo, de que el presente texto sea exclusivamente una alabanza o una peculiar historia de la vida de un jockey que lo hacía todo bien, que nunca fallaba. No. Por más que, en ocasiones, Claudio pareciera bajado del Cielo, no era sino un ser humano y –por ello- perfectamente falible. Erraba quizá menos que otros pero, al Cielo gracias, erraba. Sólo así se puede conceder mérito a la labor que supuso su vida a caballo. Había caballos que, por la razón que fuera, Claudio no montaba con la maestría de que hacía gala en otros y la pareja que, a mi juicio, mejor ilustra a unos y otros es la compuesta por CASUALIDAD y TERESA, dos de las últimas estrellas del ya extinto emporio Rosales. Sobre CASUALIDAD, Claudio pasaba a ser la mitológica figura del Centauro, tal era la perfección con que lo condujo en casi toda su carrera. Ni los kilos, ni los hasta entonces –en teoría- superiores rivales, ni la supuesta menor clase que –decían- tenía el hijo de Casuarina Point, podían con el tandem CASUALIDAD-CARUDEL, letal en/ y por encima de la milla y media. Justo lo contrario que le ocurría con TERESA, a la que Claudio montaba generalmente como encogido, temeroso, pese a ganar con ella todas menos una las carreras que disputara en España. Sustento la teoría –que puede ser errónea- de que, por un lado, el carácter muy nervioso de la yegua le restaba confianza en su comportamiento y, por otro, la condición de favorita y de “super estrella” que siempre acompañaba a “la negra”, suponían una dosis de responsabilidad excesiva para Claudio que incidía negativamente en su monta, algo que se hacía más flagrante cuanto más complicado era el compromiso a afrontar.

  • Mucho tiene Claudio Carudel que enseñar a los muchachos que estén inclinados hacia la profesión de jockey y no sólo en lo que a las técnicas propias de la actividad se refiere –incluyendo el conocimiento del caballo- sino también a su formación como personas que deben ser capaces de soportar un enorme sacrificio y asimilar éxitos y fracasos con la misma calma, sin alterar su comportamiento. Algo en lo que Claudio también era maestro.










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