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jueves 28 marzo 2024



- 09/05/02
HOCQUART para reflexionar
KHALKEVI, la clase en miniatura

Por César A. Guedeja-Marrón de Onís

  • No es que el resultado de la carrera invite a romperse la cabeza. Ni el título de esta reseña significa siquiera que pensemos cómo las líneas de los eventuales rivales del Jockey Club, cuya disputa el próximo primer domingo de junio planea sobre toda preparatoria, empiezan a enturbiarse. Interesa más la filosofía de lo que se está produciendo de unos años hacia acá en el panorama europeo. Fundamentalmente, por especialización. Porque, con razón, se considera que los más selectos, supuesta una morfología y un comportamiento acordes con el difícil trazado de Epsom, deben correr el Derby. Los otros elementos, también de elite pero que no cumplen los requisitos recién descritos, junto a potros entrenados en Francia que no osan atravesar el Canal por la razón que sea, componen el campo del Jockey Club

  • Pero esa presunción de mayor clase pura en presencia compitiendo en Inglaterra se ve desmentida por alguna realidad no muy antigua, como es el caso de Montjeu, fácil ganador de una preparatoria (creo que fue el Greffulhe, despreciándose la performance por supuestos expertos) que se convirtió en el mejor potro de Europa ya en el verano tras ganar la clásica de Chantilly y el Irish Derby, jugando a trotar. Lo que otorga un aliciente añadido a la temporada pues, ya se sabe, la incertidumbre es básica en el turf.

  • Dijimos en nuestro análisis previo que el Hocquart de este año prometía un ganador superior en trayectoria a los de los años más próximos. No ha sido buena la cosecha del Hocquart en los casos de Maille Pistol, Shaka o Lord Flasheart, por ejemplo, si bien no debe olvidarse que también inscribieron su nombre en el historial caballos como Margouillat, Bering, Pistolet Bleu, Darshaan o Val de l’Orne, dotados de aliento y clase.

  • Pero la reflexión se impone. Lo cierto es que han sido en conjunto más brillantes los ganadores de Greffulhe, Noailles y no digamos Lupin, que los del Hocquart, sencillamente por causa de esa teoría, refrendada mil y una veces por la realidad práctica de la pista, que es tozuda, sostenida por este su escriba desde hace ya un millón de años. A saber: solo la velocidad sabiamente utilizada en la cría produce elementos de gran clase capaces, a su vez, de llegar a los metros de la distancia clásica. Y, por paradójico que parezca, si hay gran calidad, se tienen más posibilidades de ganar una clásica con el aliento justo que si se dispone de aliento sobrado y nada más. Los ejemplos se agolpan en la cabeza. Pero no es cosa de distraer más la atención del lector que quiere saber qué ocurrió en la edición del 2002. Donde, por cierto, la teoría que acabamos de reflejar quedó refrendada una vez más.

  • Sin más ausencia reseñable que la de Sir George Turner, hemos de reconocer nuestro error al pronosticar que el potro Khalkevi (Kahyasi y Khalisa por Persian Bold ) saldría favorito en apuestas por delante de los de O’Brien , presumiendo que el chauvinismo y , desde luego, la excelente clase demostrada en el Prix Bay Middleton el pasado 19 de abril, a pesar de su terneza, le coronarían preferido de los apostantes. Pues bien, 3, 6 a 1 (acabó en un rico 3.9) ofrecía el pupilo de Royer Dupré por 2.1 (2 en cuadra con su compañero de fatigas Temple of Artemis, un hijo de Spinning World) que pagaba, ungido favorito, Black Sam Bellamy (Sadler’s Wells). A seguido, Louveteau (Bahri) estaba a más de 7 (terminó a 6.3), mientras que el más abandonado, aparte Temple of Artemis, era Stydahar (Theatrical), a poco más de 10. Morozov (Sadler’s Wells), la baza del Jeque, montado por Peslier solo proponía un 7.7 a 1 y Thompson Rouge( Machiavellian) cerraba la panoplia con un cicatero 9.

  • A todo esto, el paddock era un espectáculo, no por físicos atléticos, aunque alguno había, sino por clase y buen estado. Destacaban el favorito, el del Aga Khan, Louveteau y Thompson Rouge. Los demás no desmerecían nada.

  • De salida es Temple of Artemis, en lo que parece táctica de cuadra, quien toma el mando con Thompson Rouge de escolta, delante de Louveteau, Black Sam Bellamy, Morozov, Stydahar y el del Aga Kahn cerrando el pelotón . Pero pronto Kinane parece encontrarse desazonado con el puesto que ocupa y se sitúa tercero a los 800 metros de carrera, mientras que por detrás hay también movimiento, pues Stydahar sube hasta el cuarto lugar, y Khalkevi deja el farolillo rojo a Morozov.

  • A poco más de un kilómetro de la meta, Kinane sigue disconforme y se va por el segundo puesto con la intención, que lleva luego a cabo, de escaparse en cuanto se llegue a la recta final. . No le cuesta mucho deshacerse del conductor pero, a unos 300 metros de la meta, salta como un cohete espacial el hijo de Khayasi, con Soumillon desencadenado por el exterior, al tiempo casi que Louveteau y Morozov, por dentro, inician su ataque, progresando rápidamente.

  • Se produce entonces una bonita batalla en la que, con esfuerzo pero autoritariamente, el potro del Aga Khan, al medido látigo de su jinete, doblega la resistencia del irlandés y se hace con el primer puesto en la meta (en el decente tiempo de 2’ 32” con terreno bueno) aventajando en medio cuerpo (aunque dominando más de lo que esa distancia indica) al excelente Louveteau, cuyo final fue muy bueno a fuer de molestar algo la línea de otro “finisseur” de elite, también muy pequeño, Morozov, al que Peslier hizo acelerar bonitamente por los palos, y a quien bien me hubiera gustado ver terminar sin interferencia. Quien guapamente defiende su cuarta plaza, flotando por el centro de la pista, hasta alcanzar el poste a cuerpo y medio de Black Sam Bellamy, dejando más atrás a Stydahar y, descolgado casi, a Temple of Artemis.

  • Los Comisarios, quizá severamente y sin perjuicio de que Boeuf (por no respetar la impenetrabilidad de los cuerpos, mal situado en la recta final) mereciera una sanción aplicada con rigor, decidieron variar el orden de llegada, distanciaron al quinto puesto a Louveteau, beneficiando así a Black Sam Bellamy con el segundo lugar, quedando tercero Thompson Rouge y cuarto Morozov.

  • Precioso en su acción, pareciendo suspenderse en el aire esperando la foto, pequeño pero muy matón, con tres carreras en su vida y otras tantas muescas en su revolver, es una delicia ese castaño nieto de Persian Bold (versátil semental que ha transmitido velocidad y aliento y que, dicho sea de paso, es uno de los más bonitos ejemplares que en mi vida vi) dotado de lo que distingue a los mejores. Siento ser pesado pero. es la punta de velocidad, esa capacidad de aumentar el ritmo en el acto y sostenerlo con corazón y estilo. Lo que le llevó a ganar el Hocquart y a enviar cierta preocupación en los cuarteles de Ballingarry, Act One y otros candidatos al Jockey Club. A pesar de que esté, según decíamos el martes, más verde que los poemas secretos de algunos literatos rijosos. De su origen tendremos ocasión de ocuparnos a no tardar.

  • Louveteau y Morozov corren muy bien, y creo que (quizá más el de Wildenstein) tienen margen de mejora por delante. O sea, mucho por madurar. Thompson Rouge abre puertas a la esperanza en una categoría inferior, lo mismo que, con perdón, el propio hermano de Galileo. Que, no lo olvidemos, lo mejor que habia hecho antes del miércoles 8 fue llegar tercero del Criterium de St. Cloud.

  • O’Brien vuelve a merecer nuestra atención. Sus comienzos de hace ya algunos años- orillo el comentario sobre el transcurso indignantemente veloz del tiempo destructor- dieron lugar a críticas sangrientas. La esencia era que carecía del más mínimo sentido para tan difícil profesión. Era, resumiendo, un mozo venido a más en quien, no se sabe por qué misteriosas razones, confiaban los mentores de Coolmore, el emporio irlandés de la cría de pura sangres. Con una cuadra envidiable, sacaba de distancia a los potros, los maltrataba y arruinaba. Creo que todos convendrán conmigo que ya no es ese preparador inconsciente sino que madura a pasos agigantados y que las prestaciones de sus ejemplares son en general buenas. El miércoles, sencillamente, debía perder. Y así fue.

  • Alain de Royer Dupré es el entrenador de Khalkevi. No le pasará de forma pronto, no. Que no lo tema nadie. Más conservador que la Thatcher, por poner un ejemplo moderado, solo saca a sus pupilos cuando están perfectos y cuando parecen imbatibles. El potro del miércoles saldrá en el Jockey Club, que se anuncia arrebatador, quiera o no quiera, aunque el propio Aga Khan declaraba que, si bien era ese el camino natural, aún no había hablado con M. Royer-Dupré. Soumillon está esperanzado, claro, porque no le va nada mal con sus nuevos partenaires.

  • Concluyamos con una palabra de Su Alteza. Decía, muy jocundo tras la carrera, que era MUY pequeño el ganador al igual que su padre y toda la familia. Pero que...... galopaba. Broma-opinión no por más esperable menos exacta. A ver si lo hace tanto como para vencer en la clásica de Chantilly. Que todos disfrutemos el envite. Incluido el ingenioso Príncipe.

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