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viernes 29 marzo 2024



Gran Bretaña - 29/04/02
Newmarket, Suffolk, una pradera para galopar
Los trabajos y los días del primer centro de entrenamiento del mundo

Por Jesús de Miguel

“Antes, Inglaterra era un país en el que las clases sociales estaban muy claras: muy alta y muy baja. Apenas había medias tintas. La nobleza y sus allegados se reunían en clubes privados, donde bebían whisky y oporto, fumaban cigarros habanos, leían el “Times” y hablaban de política. El obrero disfrutaba en el “pub” bebiendo cerveza, jugando al snooker, lanzando dardos o leyendo los tabloides. Unos tenían el rugby; los otros el fútbol. En aquellos tiempos sólo les unía la monarquía, el boxeo y la pasión por las carreras de caballos”.
Walter Oppenheimer, El País, 19 de abril del 2002.

  • ¿Tiene Newmarket enlace directo por tren cada media hora, como podría esperarse de un centro de cría y entrenamiento de tal descomunal importancia? No. Lo tiene Cambridge, la ciudad universitaria y centro urbano principal de la zona, que se alcanza en unos tres cuartos de hora desde la estación londinense de King´s Cross. Después desde Cambridge salen trenes cada hora y media en dirección a Ipswich y la segunda parada es un simple apeadero de un solo andén donde paran tanto el tren de ida como el de vuelta. Pero el cartel despeja las dudas: Newmarket. Y para los aún escépticos aquí está, nada más salir de la estación, el complejo de establos y prados del centro de subastas Tattersalls, coronado en una pequeña colina con el “Auction Ring”, el anillo, el edificio circular donde se subastan los caballos criados aquí, la culminación del trabajo de las múltiples yeguadas que rodean al pueblo.

  • Newmarket, en el condado de Suffolk, municipio de unos 7.000 habitantes, es el hogar de las Guineas y de muchas cosas más. Es, tal cual, la cuna de las carreras de caballos en su acepción moderna. Ya antes de 1630 se corrían carreras en lugares como Chester o Epsom, pero fue en este recién creado mercado rural donde las carreras empezaron a reglarse al estilo moderno. La historia de cómo algunos reyes ingleses del XVII, aficionados a la vida cortesana –lo que incluía los deportes y entre ellos los hípicos- contribuyeron a cimentar la importancia de Newmarket a la vez que la crianza y enfrentamiento de caballos se ha contado ya con extensión y arte. Por Laura Thompson en inglés, en el libro homónimo del lugar, y por Savater en “A caballo...”, para cuyo capítulo bebió de la fuente de la anterior, y bendita bebida. Así que dejemos las carreras y correrías de Jaime I con yeguas y menos yeguas para esas dos columnas de nuestras bibliotecas y no dejamos lejos estas historias porque Newmarket parece haber firmado un pacto con el tiempo.

    Desde allí hasta este poste se corren las guineas en Newmarket. Foto: Jesús de Miguel

  • No hay aquí reflejos de la ciudad grande ni de la ciudad moderna. Es cierto que los más adelantados ingenios científicos aplicados a la cría de caballos se usan en sitios como Cheveley Park Stud, pero el aspecto de este lugar, su escaparate, no se enfrenta con el que tendría en la Inglaterra del XVII, el XVIII o la de la Reina Victoria. El espíritu de Carlos I –el primero que decidió que éste era un buen lugar para correr sus caballos-, el espíritu también de aquellas justas hípicas más que carreras, de los caballos que han trotado por los prados durante los últimos cuatro siglos, de los gritos de los aficionados –sí, príncipes y borrachos- que jaleaban a los míticos caballos que encabezaban el pelotón de primeros de mayo en pos de uno o dos miles de guineas... parece sentirse en las briznas de hierba debido a la permanencia a través de los siglos de las tres o cuatro cosas que definen a Newmarket.

    La “Rowley Mile”

  • Newmarket es un prado verde para que los caballos troten, galopen y se hagan más veloces. Newmarket es una calle principal de un kilómetro, unas pocas casas y bares –todos con fotos de caballos- y una miríada de establos y yeguadas. Pero es aún menos cosas que eso. A los dos extremos de esa calle central, High Street, están las dos explanadas reservadas para montar a caballo y galopar. Newmarket es –esencialmente- una explanada, una mullida pradera para galopar.

  • Una de estas explanadas es el “Heath”, palabra muy bien definida en los diccionarios como “parque agreste”, aunque con justicia hay que llamarla “la inmensa pradera”, inabarcable con la vista. Una mullida moqueta verde donde parece que podrían entrenar todos los caballos y yeguas de Inglaterra sin molestarse. Y en medio, sólo indicada en uno de sus lados por unos árboles y un camino que se dirige a su entrada, surge como una seta aislada la única tribuna como tal que tiene el hipódromo que recibe el nombre de Rowley Mile, o sea, de una de sus distancias, de su eminente distancia. El trono de los 1.600 metros.

  • La “Rowley Mile”, la “milla Rowley”, recibe su nombre del caballo del rey Carlos I. La Rowley es, efectivamente, la mínima expresión de un hipódromo, como si se hubiera buscado la esencia, los elementos imprescindibles: una recta plana de hierba fresca y un poste y junto a ellos unas gradas para proporcionar buena visibilidad a la mayor cantidad de gente. Y no se necesita nada más. Bookmakers, por supuesto, pero esa es otra historia.

  • El hipódromo consta de una sola recta que gira 45º a la izquierda y continúa con más recta durante casi otros dos kilómetros. Pero la primera recta ya mide suficiente, ya tenemos aquí la milla en línea recta –el mencionado trono de los 1.600 metros. Posicionados junto al poste –blanco con un aro rojo- se mira la recta y la mirada se pierde en un mar verde. El sitio desde donde vienen los caballos, visto desde aquí junto al poste, se convierte en un lugar inconcreto. El final de la pradera, mirando hacia la recta o hacia cualquier otra esquina, nos oculta su final. ¿Quizá no lo tenga? ¿Quizá Inglaterra entera sea no más una interminable pradera donde los caballos galopan? Me consta que la pradera tiene un cercano final por aquel lado donde a menos de veinte minutos andando está la recta del segundo hipódromo, el July Course, que comparte la primera recta con el otro. Pero en una tarde invernal previa al comienzo de la temporada, el Heath y la Rowley Mile, mostrados en toda su desnudez, vuelven a ser los prados que a comienzos del XVII, en una Inglaterra menos industrializada que la actual, atrajeron a las gentes del lugar para instalar un mercado... y a Carlos I para montar a sus corceles.

    Los galopes de la colina.

  • Muchos de los establos de los preparadores están en una avenida al final del pueblo en este lado cercano al Heath. Pero quizá decidan entrenar en los galopes llamados Long Hill, y están al otro lado del pueblo. Así que las largas filas de corceles con sus mozos a veces elegantemente equipados con los colores del establo y con las mantillas con las iniciales del preparador –las más prestigiosas quizá sean las HRAC de Cecil y MJS de Stoute- atraviesan al paso una calle urbana y tras esta siempre bucólica escena desembarcan en la colina de los galopes.

    ¡Al galope en el Hill!. Foto: Jesús de Miguel

  • Se trata de una pradera que va ascendiendo lentamente durante unos quinientos metros para terminar los últimos doscientos con un ascenso más pronunciado. De abajo a arriba se extienden dos pistas de tierra en las que los caballos hacen, colina arriba, sus galopes de entrenamiento serio. Una de las pistas, más suave, se reserva para los yearlings. Y por ambas pasarán a lo largo de la mañana gran parte de los 3.000 caballos y yeguas en entrenamiento que alberga el pueblo. Lo que quiere decir que ya a las siete de la mañana, mientras el sol prepara su salida por detrás de la arboleda que corona la colina, la primera cuerda de Willy Haggas, Luca Cumani, Ed Dunlop, Jeremy Noseda y otros de cabaña más reducida se alternan para acercarse al comienzo de las pistas. El ancho tramo de césped junto a ellas queda para que los entrenadores y algunos de sus propietarios se acerquen lo más posible a observar los galopes.

    Lote de Ed Dunlop, Gainsborough Stud. Foto: Jesús de Miguel

  • ¡Ahí vienen los azules de Gainsborough Stud (Maktoum Al Maktoum – Ed Dunlop)! Y entre ellos Goar Ortiz de Urbina y un chaval de Sanlúcar, José Gordillo. ¡Ahí están los marrones de Cumani! Sorprende ver el porcentaje tan alto de chicas que hay entre los jockeys de entrenamiento, que quizá sean la mitad del total. ¡Por allí se acercan tres pupilos de Fanshawe! Y sí, uno de ellos pilotado por Óscar Urbina. Hemos topado con la conexión española en Newmarket, que tiene su lugar principal en Chevington Stud, la yeguada propiedad de Felipe Hinojosa. Aquí, en su nuevo emplazamiento cercano a The National Stud, es donde Felipe y Juan Navarro (éste de pedigrí Yeguada Torre Duero) continúan su pasión de la cría del caballo más veloz tras el cierre de La Zarzuela. ¿Y qué más alto nivel que venirse a Newmarket y abrir también sede en Irlanda (Loughtown Stud)? Estar lejos de casa y del idioma propio es duro y el ansia de que se vuelva a abrir Madrid se mantiene, pero “cuando a las siete de la mañana vas a dar de comer a las yeguas te compensa todo”, asegura Juan, amabilísimo anfitrión hospitalario, mientras esperamos la llegada desde Londres de su mujer Rachel Pagones, especialista en el turf de su natal Norteamérica para el “Racing Post” y “The Blood Horse”. Chevington cuenta en la actualidad, tras su reciente mudanza, con una pista de cinco furlongs (1.000 metros) para entrenar a los dos años que se quedan para correr con los colores de la yeguada, antes de que se dirijan a las cuadras de Carlos Laffón en Francia. Unas veinticinco yeguas crían aquí, de las que en la actualidad no queda ninguna corredora en España, tras la reciente marcha de Sua.

  • Volvemos a los galopes de la colina, donde siguen preparando el comienzo de la temporada los potros y potras que la van a protagonizar, en algún caso quizás a nivel mundial. Lo cierto es que en comparación con la calidad del capital animal y humano que se concentra aquí cada mañana esta zona de pastos y pistas de entrenamientos es bastante pequeña. En las tiendas de periódicos de High Street se puede comprar un mapa histórico (actualizado) de los establos y yeguadas que han estado en cada esquina del pueblo, con los caballos que han nacido, vivido o entrenado aquí y sus victorias. Mill Reef, Brigadier Gerard... La Historia del turf inglés y europeo del siglo XX. Por el mapa podemos ver que es alrededor de los Hill Gallops donde se concentra la mayor parte de establos y yeguadas. Aquí mismo nace Duchess Drive, que lleva a Cheveley Park Stud y a la principal sede de la galaxia de yeguadas que componen, a escala mundial, la marca Darley, la cría de los Godolphin. Se trata de Dalham Hall Stud, que se anuncia metafóricamente juntando en su entrada dos espacios planos simbólicos: un ancho prado de pasto y un helipuerto. Bienvenidos a un centro de sementales del siglo XXI en la misma Newmarket de Nell Gwynn, la cortesana y amante de Carlos II que tiene aquí su propia carrera, preparatoria principal para las 1000 guineas. Los mozos y mozas de Dalham trabajan perfectamente uniformados con el azul marino de Godolphin y el elegante emblema de letras árabes con la palabra multipatrocinadora: Emirates.

  • Un bonito edificio de boxes en forma de ángulo, cortado en el centro con una línea de ocho boxes, es el hogar de los sementales. Aquí viven ocho animales que son el centro sobre el que se organizan todos los oficios y negocios que proporciona Dalham Hall. Y aquí está él: recorrió varios continentes y desarrolló su carrera de menos a más para culminarla en la Breeder´s Cup Turf... y jubilarse como una de las estrellas de Darley. Aquí tiene prados para corretear y disfrutar de la segunda parte de su carrera. Es, claro, Fantastic Light, y nos recibe en su box, tímido y remiso a nuestra cámara, consciente del estatus que le da el que haya que soltar 30.000 libras para hacer que salga expresamente de su box. Su vecino, Lujain, no llega a ese estatus y nos saluda contento y fotogénico. El otro vecino del hijo de Rahy es Machiavellian, el rey europeo de Darley (9 países en 4 continentes, 21 yeguadas, 39 sementales), el más caro (80.000 libras) de cuantos sementales proponen en Europa los hermanos Al Maktoum. Machiavellian es, desde su box de continuador de la excelencia de la raza, otro de los nombres propios de cuatro patas que siguen construyendo el edificio turfístico llamado Newmarket.

  • El orgullo de la nobleza bajomedieval por poseer al mejor corcel se fue transformando en el XVII y XVIII -aquí, en Inglaterra, antes y mejor que en cualquier otro lugar- en lo que hoy en día llamamos deporte. Mueve a las masas y produce cifras mareantes de dinero pero sigue siendo un entretenimiento y un oficio bastante sencillo. Un pequeño habitáculo con paja y una ventana por donde asoma su cabeza un caballo llamado Eclipse, Ormonde o Machiavellian. Una pista de tierra o arena donde entrenan durante un minuto, de menos a más, corceles como Gimcrack, Shergar o los aún innombrados dos años de Jeremy Noseda. Una recta recorrida a toda velocidad en pos de un poste por un grupo de musculosos atletas encabezados por Minoru, Nijinsky o King´s Best. Un monarca, Carlos I o Isabel II, que tienen a uno de sus equinos inscritos en la carrera principal.

  • Atardece sobre el Heath de Newmarket y el hongo de la Rowley Mile se va difuminando. Vuelvo a llevar la mirada al fondo de la pradera y al lugar donde se presume que está la recta del hipódromo, pero no se pueden diferenciar. La pradera parece querer reivindicarse, reclama su importancia por encima de la del propio hipódromo. Intenta decirme que éste es ante todo un lugar para galopar, para entrenar, para poner al mejor caballo en su mejor momento. Y según lo dice veo a un caballo invisible, a un caballo que vivió y se entrenó aquí pero que nunca corrió en este hipódromo. Veo a un caballo “invisible” –en árabe, Lammtarra. Galopando en la pradera.











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