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jueves 28 marzo 2024



Gran Bretaña - 02/07/04
ROYAL ASCOT, del cero al infinito
De los malos y buenos modales

Por CFGD

El meeting del Royal Ascot 2004 forma ya parte de la Historia del turf británico: caballos, propietarios, entrenadores, jockeys y mozos han inscrito sus nombres en los registros deportivos de un Real evento que marca el fin de una etapa, pues ha sido el último celebrado en un recinto que será muy diferente cuando el Royal Ascot 2006 regrese a casa.

  • Los cinco días más importantes delSombreros, colorido y dejar que te vean: Royal Ascot. Foto: Jesús de Miguel turf mundial han dado mucho juego desde variados puntos de vista, siempre sobre el cimiento del acontecimiento deportivo que es lo que realmente interesa y que, desde estas páginas, ha sido objeto de un seguimiento puntual y exhaustivo. Al margen de lo estrictamente deportivo, el Royal Ascot es un evento social y mediático, una pasarela de la industria de la moda reciamente consolidada en nuestros días y un escaparate en el que trescientas mil personas disfrutan de tan incomparable acontecimiento y dónde se producen anécdotas y comportamientos humanos de todo tipo: dignos de encomio, deleznables o simplemente anodinos. Y pues dicen que el hombre es el animal dotado de raciocinio y cuenta con la posibilidad de valorar aquello de lo que es testigo -juicio meramente subjetivo aunque sustentado en hechos tangibles-, ejerceremos en estas líneas ese supuesto atributo, encuadrando aquello que más ha llamado nuestra atención en la escala de valores más amplia que darse pueda, la que va del Cero al Infinito.

    La muerte anunciada

  • Esta vil historia comienza un maldito 28 de abril del año en curso, en el hipódromo de Ascot precisamente dónde, con pista muy pesada, se celebra la primera carrera de Grupo para fondistas del programa inglés de carreras: el G3 Sagaro Stakes. Maldito día y maldita carrera en la que de los trece -¿Será coincidencia? que corrían, tres no pudieron terminar el recorrido y uno de ellos, la mascota de Inglaterra, Persian Punch, dejaba su corazón en el barrizal, a escasos cien metros del poste, yerto. El ganador de tan funesto evento era el francés Risk Seeker, un caballo de un tal Wildenstein, uno de los propietarios más poderosos e influyentes de Francia, de Europa y del Mundo. Risk Seeker ya había demostrado sus virtudes el pasado año en este tipo de recorridos, así como una predilección descarada por las pistas muy pesadas, factores que se unían en ese lugar y momento proporcionándole una victoria escandalosa, en la que sacaba diez y ocho cuerpos al siguiente, veintinueve a un ganador del St. Leger y cincuenta y siete a un doble laureado de la Ascot Gold Cup. No se había molestado su propietario en ir a verle “in situ” pero había seguido el recorrido por TV y podía así responder a la amplia entrevista que la cadena francesa Equidia le concedía al día siguiente de obtener tan apabullante victoria. Por si no ponen cara al interfecto, les diré que es un hombre áspero, lacónico, con permanente gesto de disgusto y un aire de desprecio hacia el resto de mortales verdaderamente infecto, muy similar al de un Catedrático de Derecho del Trabajo que ejercía hace algún tiempo en la Complutense, del que decíamos parecía estar permanentemente oliendo un excremento. En su entrevista a la cadena francesa, tan desagradable aspecto había dado paso a una sonrisa de oreja a oreja y a una incontenible verborrea en la que señalaba la importancia de esa victoria por haberse producido en Inglaterra y en una prueba de fondo, especialidad en la que los ingleses son imbatibles, alcanzando su entusiasmo a menospreciar a los stayers británicos para lo que quedaba de temporada, incluido el evento máximo de la disciplina, la Ascot Gold Cup, carrera en la que no estaba matriculado Risk Seeker –aunque se le podría reenganchar- pero para la que contaba además con su otro gran fondista, Westerner, muy superior al que había humillado a los sajones en su propio feudo. Ya saben cómo son los franceses: campanas al vuelo, venganza sobre los de la Pérfida, chauvinismo en estado puro…

  • Los colores azules de Wildenstein no sólo destacan en el “fast and flat”, sino que también ocupan un lugar preponderante en las carreras de obstáculos y en las de trotones, una especialidad con mucho gancho entre los galos, ellos sabrán por qué. Y seguramente de ahí viene la costumbre que tienen en esa cuadra de poner a algunos caballos tapones en las orejas, un adminículo que tienen la ventaja de aislarles de los ruidos y que se quitan al atacar la parte decisiva de la carrera. Entre estos caballos, se encuentran Risk Seeker y Westerner. El sistema es de la máxima eficacia siempre y cuando los tapones se retiren a la hora de la verdad, algo que los reglamentos franceses contemplan pero que está estrictamente prohibido en los ingleses. En el ya citado Sagaro, Risk Seeker llevaba los tapones durante el recorrido y su entonces jockey, D. Boeuf, se los retiraba en la recta final, recibiendo una multa por contravenir las reglas.

  • A ese episodio, sucedería un segundo, el 31 de mayo en Sandown Park, con ocasión del G2 Henry II Stakes, carrera que se adjudicaba Papineau y en la que Risk Seeker, también con tapones, terminaba cuarto. Como consecuencia de que Boeuf volvía a pasar por alto la normativa del lugar, los Comisarios doblaban la multa –quinientas libras-, mientras que Wildenstein, visiblemente contrariado porque su caballo no había confirmado su anterior performance, instaba a las autoridades turfísticas inglesas a que revocaran la regla -con tiempo suficiente para que en la Ascot Gold Cup pudiera correr a sus animales con libertad de acción- por la que se prohibía la retirada de tapones hasta no pasar la meta.

  • Epsom, el 4 de junio pasado, sería el escenario que proporcionara al espectador un dato más con que conformar el perfil humano de Wildenstein y su barriobajera manera de mostrar su disgusto, en un despliegue de malos modos que los propios ingleses no dudarían en calificar de escandaloso. Iracundo ante la monta de D. Boeuf a Vallée Enchantée en el G1 Coronation Cup, insultaba gravemente en balanzas a su jockey –ausente éste-, en actitud más propia de un cochero que de un caballero que se presume educado. A los ingleses presentes con algunos años a sus espaldas nada les extrañaba que tal proceder viniera de este individuo, acostumbrados al mal perder y a los gestos despóticos que su padre vertía contra todos en tiempos pasados, con ocasión –entre otras- de algunas controversias en asuntos de doping cuando Daniel Wildenstein tenía por entrenador a Angel Penna, un “mago” del oficio que no era persona grata en Inglaterra y sobre el que recaían por entonces no pocas sospechas. Consecuencia de esta Coronation Cup sería, pocos días más tarde, el rompimiento de contrato entre esta cuadra y Dominique Boeuf.

    Warrsan ganó la  coronation Cup. Foto: Jesús de Miguel

  • Así las cosas, llegamos al Royal Ascot, a la Gold Cup, carrera en la que estaba matriculado Westerner. En las semanas anteriores, el Jockey Club inglés denegaba la solicitud de que fuera eliminada la regla concerniente a la retirada de tapones en carrera, al tiempo que Wildenstein calentaba el ambiente, lanzando a los cuatro vientos improperios y baladronadas varias entre las que se aludía a que los ingleses debían cambiar de mentalidad o a que había comprado cien pares de tapones para ir repartiendo entre los entrenadores ingleses, a ver si así “asimilaban su utilidad” –en flagrante menosprecio a los profesionales sajones, que la cosa tiene guasa- y presionaban para que se cambiaran unas reglas que, a juicio del individuo, eran ridículas.

    El remate demoledor de PAPINEAU fue demasiado para WESTERNER. Foto: Jesús de Miguel

  • A escasas horas de la carrera, no se conocía si Westerner iba a llevar tapones y si, de llevarlos, volverían sus responsables a contravenir las normas, aunque todos tenían –teníamos- la seguridad de que a Don Alec la normativa inglesa le valía gorro y que iba a hacer lo que se le pegara la gana. Huelga decir que Westerner salió con tapones y que G. Mossé –su jockey en esta ocasión- se los retiraba a 300 metros del poste, cuando –en palabras del jockey- “noté que estaba cansado”. Esta vez la sanción ascendía a mil libras con la “sugerencia” por parte de Malcolm Wallace –Director de reglamentación del Jockey Club- de que “si Wildenstein seguía ofendiendo se iba a producir una penalización muy superior”.

  • La Gold Cup iba a traer mucha cola, una cola siniestra. Para empezar, al término de la prueba, Mark Johnston –preparador del tercero y cuarto en la meta-, realizaba unas encendidas declaraciones a la BBC en las que proclamaba su indignación y que juzgamos de interés contarles pues ilustran suficientemente esta tragicomedia. Mark Johnston puede ser acusado de muchas cosas y se puede compartir o no sus puntos de vista sobre determinados asuntos, pero lo que es incuestionable es que no se calla ni debajo del agua cuando defiende una postura que cree justa. Y defiende esa postura con coherencia, expresando sus ideas de forma clara y directa, de modo que aquello que dice no está sujeto a interpretación alguna: al pan pan y al vino, vino, parece ser su lema. Esta facilidad de expresión del norteño preparador tiene su raíz en que Johnston es, además de preparador, veterinario y, sin menospreciar a otros profesionales que no han tenido la fortuna de contar con una formación académica ni cultural a ese nivel, a la hora de ponerse frente a unas cámaras y un micrófono les supera con claridad.

  • Un Johnston encolerizado contaba a la BBC lo sucedido entre bastidores, ejerciendo una crítica durísima contra Wildenstein y contra los Comisarios de carreras y las autoridades inglesas en su conjunto. Al parecer, los comentarios de Wildenstein al término de la prueba –“por supuesto que se los ha quitado (los tapones)…No era nuestro plan hacerlo de no verse amenazada su victoria…”. Advertido el francés de que los Comisarios le iban a llamar, añadía: “Bueno, ya saben dónde encontrarme…No me preocupa lo más mínimo…No soy consciente de haber transgredido las reglas…”- eran la gota que colmaba el vaso de la paciencia de Johnston que se dirigió a los Comisarios para presentar una reclamación en tanto que preparador de los dos caballos que entraron tras Westerner, reclamación a la que no se pudo dar curso pues la había efectuado fuera de tiempo.

  • “Admito” –decía Johnston- “que ese hombre (Wildenstein) pueda equivocarse una vez, posiblemente incluso dos veces, pero ahora está mofándose de las reglas. Estaba obligado a acatar la normativa local y el Jockey Club a defenderla, para lo cual éste se ha mostrado impotente. Cuando quise correr a un caballo con tapones en las orejas en Alemania, se me advirtió que no estaba permitido y eso supuso una gran desventaja para mí. Pero hay que cumplir las normas locales, en Roma hay que hacer lo que hagan los romanos. De la misma manera, en Alemania y en Escandinavia, la regulación del uso del látigo para los dos años es diferente a la nuestra, pero debe acatarse, de la misma manera que los que vienen a Inglaterra están obligados a cumplir las reglas locales y si no están dispuestos a hacerlo, pues que no vengan. Es diabólico que el Jockey Club sea incapaz de hacer cumplir la propia reglamentación, especialmente cuando conocen desde hace semanas que la infracción se va a producir, algo que era de dominio público”. A preguntas de Clare Balding sobre la importancia que tenía dejar puestos o quitar los reiterados tapones, Johnston explicaba: “Los tapones en las orejas tienen un efecto calmante y son de extraordinaria utilidad para caballos que tienden a sobre excitarse antes de la carrera, ya que el ruido reinante en el hipódromo les afecta mucho. Esto está permitido en Inglaterra. Pero la enorme ventaja se produce si se los quitas antes de que acabe la prueba. Se los quitan en los últimos momentos de la carrera para que el animal se excite con el ruido, lo que produce una aceleración superior e inmediata. Es como si le inyectaras de golpe una fuerte dosis de adrenalina, una especie de doping que supone una ventaja enorme sobre sus rivales. Por ese motivo, es una acción prohibida por la normativa inglesa de carreras y, si no se permite hacerlo, pues no hay que hacerlo. Preguntado por la penalización que se había derivado de ese incumplimiento, Johnston no se anduvo por las ramas: “Básicamente, el Jockey Club dice que eso está prohibido. Que puedes hacerlo pero que serás multado por ello. Pero es evidente que en estas carreras en las que las dotaciones son de cientos de miles de libras, la infracción se va a producir, salvo que el propio Jockey Club haga lo necesario para que las normas se acaten. Es ridículo que ya en dos ocasiones anteriores hayan multado a ese hombre por la misma infracción y que, reiterada por tercera vez (algo esperado por todos), se limiten a ponerle mil libras de multa. No es suficiente. Ese hombre se ha burlado de las reglas locales y el Jockey Club ha sido incapaz de defenderlas.”

  • No podemos estar más de acuerdo con Johnston en un asunto que aún no ha terminado, porque Wildenstein amenazaba con correr a WESTERNER en el King George, a finales de Julio en Ascot. Se dice que hasta esa fecha, el Jockey Club británico está estudiando la posibilidad de modificar esa regla o, en su defecto, la de mantener una conversación privada con el implicado que le haga comprender que no debe seguir contraviniendo las normas porque eso supondría un descrédito para el turf, algo que suponemos al galo importa un comino. Para Wallace, la historia está en contra de que se modifique una regla para un caso concreto. Lo que se hace es que si se incumple reiteradamente se va doblando la cuantía de la multa, pudiendo trasladarse el caso a superiores instancias para que los caballos del infractor o de personas relacionadas con él no puedan ser inscritos en carreras inglesas. Concluye Wallace diciendo que un propietario puede burlarse de la normativa algunas veces pero difícilmente lo hará si no tiene permitido correr aquí a sus caballos –obvio- pero que, en todo caso, que nadie espere romper las reglas premeditadamente y salirse de rositas. “Por ahora, no hemos contemplado la descalificación”, apostilla el Comisario que, a nuestro juicio, transmite una imagen del Jockey Club inglés escasamente favorable, tan diplomática como débil, que “huele” a trato privilegiado. No olvidemos que Wildenstein es un nombre muy poderoso en el turf europeo…Ojalá las sospechas no sean ciertas.

  • Desafortunadamente, el mal perder, la envidia, y los modales infectos que caracterizan al personaje de esta historia, no había de parar en todo lo anterior, sino que subirían un escalón dentro de un proceder nauseabundo. Vean: con los caballos en el recinto de ganadores y el consiguiente entorno de los mismos rodeándolos, haciéndose fotos y respondiendo a los distintos micrófonos que reclamaban opiniones, este individuo dijo en voz alta y audible: “La máquina de detección de doping debe estar averiada”, frase que repitió varias veces a escasos metros de los Godolphin y que se pudo escuchar nítidamente por TV. Frase que concluía una serie de comentarios difamatorios que estaba vertiendo el “caballero” relativos al extraño aumento de valor que venía registrando Papineau en cada una de sus salidas. Frase que, sin embargo, no habría de tener otras consecuencias que la respuesta escueta de Crisford: “No vamos a responder a ninguna afirmación de este género, venga de quién venga”, ya que, a preguntas de los periodistas, John Maxse, en su calidad de jefe de relaciones públicas del Jockey Club, veía improbable que se tomaran medidas contra el fulano: “porque no estaba claro lo que había querido decir y no concretaba nada” -una forma curiosa de echar balones fuera- aunque, en lo personal, era tajante: “la frase retrata al que la pronuncia con una luz muy pobre”.

  • Un cero, pues. Para un Wildenstein que en dos meses ha dado un recital de lo que no debe ser: desde insultar a un empleado suyo en público sin estar éste presente, hasta contravenir de forma reiterada, premeditada, alevosa y chulesca la normativa del lugar en que sus caballos compiten, para culminar difamando al ganador, en vergonzosa rabieta de mala baba y envidia: un personaje siniestro. Para los Comisarios de Carreras y los miembros del Jockey Club en general, que han tratado con excesiva benevolencia y falta de equidad al infractor –probablemente, por ser vos quién sois- y que quedan en una poco honorable posición de cobardía y debilidad. Y, finalmente, para los medios especializados franceses que han guardado un ominoso silencio sobre todo ello. Triste forma de llevar la bandera de lo que para los gabachos es lema primordial: la libertad. En este caso, la libertad de expresión.

    PUNCTILIOUS es demasiada yegua para sus rivales en el Ribblesdale Stk. Foto: Jesús de Miguel

  • Y en la acera contraria, el infinito, protagonizado en esta ocasión por los Godolphin, por todos los miembros de la Azul organización, liderados por el Sheikh Mohammed Bin Rashid Al Maktoum, cabeza visible y pensante de la familia reinante en Dubai, país del que él es Príncipe Heredero. Comenzando por el éxito deportivo logrado en estos cinco días en los que batían su mejor registro de victorias -que pasaba de cuatro a seis- con DOYEN, PAPINEAU, REFUSE TO BEND, PUNCTILIOUS, DUKE OF VENICE y KHELEYF, las mismas por las que obtenía el premio de mejor entrenador del R. Ascot 2004 Saeed Bin Suroor y el de mejor jockey, Lanfranco Dettori. Excelente trabajo de todo el staff de Godolphin, exhibiendo una condición fantástica en todos los ejemplares presentados y excelente saber estar de todos ellos, tan señores en la victoria como dignos en la derrota, mostrando una alegría discreta que en nada podía ofender a los perdedores. Y en representación de todos ellos, el Sheikh Mohammed, un amante del caballo a ultranza, un caballero al más alto nivel y en el amplio sentido de la palabra (se le podía ver en los galopes de entrenamiento, a caballo, siguiendo las evoluciones de los distintos lotes), un Señor en toda la extensión del concepto que declaraba a la BBC, mientras dejaba pasar las cámaras hasta los mismos boxes de sus estrellas, sentirse muy honrado por estar presente en un marco incomparable, con tan excelente ambiente y un público tan fantástico, en la reunión de carreras más importante del mundo. Eso se llama clase, Excelencia. Y el honor de su presencia en el turf mundial es nuestro, Sr. Maktoum.

    Dettori y Bin Suroor celebran la victoria de SOVIET SONG en la pista de Ascot. Foto: Jesús de Miguel








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