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domingo 28 abril 2024



- 02/06/23
TATTENHAM CORNER existe de verdad
Visita a la meca del turf

Rodrigo García Bergareche

La noche anterior a mi visita a Epsom, siguiendo costumbres del subconsciente, sueño con carreras en un hipódromo indefinido.

  • El sitio es extraño y fuera de toda lógica, o al menos de la lógica que impera en el plano de realidad donde habitamos la mayor parte del tiempo, pues los sueños son, simplemente, otro de estos pliegues de existencia con su propia ontología. Por ello, no es extraño que el recorrido dibuje un cuadrado en el cual un grupo de caballos corre a mano izquierda, aunque, finalmente y de improviso, llegan a una recta final a mano cambiada en la que se impone un puntero de negro con un diábolo dorado -el porqué de los colores tendrá una explicación freudiana que no alcanzo a interpretar-.

  • El día estaba nublado y la pista pesada, en contraposición a la mañana londinense a la que vengo a despertar -o a dormir del sueño quizás-, despejada pero fría, producto de un viento cortante y helador. La misma ruta de siempre me lleva hasta Waterloo y, desde allí, cojo un tren plagado de aficionados leyendo el Racingpost y comentando la jornada. En un momento dado se dejan atrás los últimos barrios de Londres y la verde campiña del condado de Surrey se abre a la vista, salpicada de casas sueltas o algún que otro pueblo.

  • Cuando el trayecto llega a su destino, una verdadera marabunta de gente se baja y empieza a procesionar. Estamos a lunes, son las 12 menos cuarto de la mañana y me pregunto si la gente no trabaja en este país o si dan días libres para ir a las carreras. Empiezo siguiendo a la masa porque deduzco que me llevará por el camino correcto, sin embargo, un atisbo de aparición fugaz y distante provoca que me separe del grupo y suba a una pequeña colina aledaña a fin de disfrutar de la panorámica…

  • Cuando llego a lo alto la visión es abrumadora, no hay descripción posible, sólo puedo decir que, ante mí, bajo mis pies y majestuoso, se manifiesta Epsom Downs en su totalidad a la luz de un día espléndido.

  • Estoy aquí, en un lugar que lleva albergando carreras desde el año 1661.

  • Disfruto un rato del espectáculo, abarcándolo todo con la mirada y grabándolo en el recuerdo. Luego, por fin, desciendo a su encuentro terrenal.

  • La jornada empieza bien desde el momento en que, al cruzar las puertas, lo primero con lo que me topo es con el mismo Frankie Dettori en persona. Está posando delante de periodistas y aficionados frente a un mural recién estrenado en su honor, en el que le han retratado ganando el Derby de 2014 con Golden Horn. No soy muy amigo de las fotos, no obstante, este momento no puede menos que quedar inmortalizado. Luego, como quedan casi dos horas, comienza la inspección minuciosa y el último estudio del día, con un ejemplar del Racingpost que vale oro, comprado a las puertas del templo.

  • Así, voy de aquí para allá y ya me encuentro de repente con una estatua de Lester Piggot, como con Oisin Murphy en persona, ya vestido con la chaquetilla de la primera (en que confío que gane). Bajo a los palos y contemplo largamente la pista, tomándole las medidas a esa cuesta infernal. El recinto en sí no es muy grande, pero los dos graderíos son imponentes y desde las terrazas traseras se perfila a lo lejos el skyline de Londres.

  • Entro a uno de los locales de apuestas para hacer una doble y, al notar mi acento, la taquillera me pregunta si es mi primera vez aquí, a lo que respondo afirmativamente. Me desea que disfrute del día. En general, se palpa una especie de fascinación mítica en torno a este lugar, efecto que ya percibí en mis charlas con los periodistas en Kempton.

  • Lo que estoy experimentando vívidamente es esa extraña y poderosa impresión que aparece cuando se constata el profundo abismo que separa la realidad y la apariencia. Este hipódromo, tantas veces observado en televisión el primer sábado de Junio, no es ese lugar que lleva años proyectando la pantalla, se presenta totalmente diferente tal cual es en sí mismo. Para empezar, contextualizarlo en un enclave determinado ya es motivo de un fuerte asombro y lejanía con respecto a la imagen que me había venido formando durante años, fragmentada y aislada en un vacío. Es ahora cuando le estoy dando un espacio propio, unas praderas y bosques determinados, la carretera que lo circunda, las casas que hay alrededor, las entrañas del recinto… Todo absolutamente es insólito. Incluso lo es la recta final, ya conocida -o aparentemente conocida-, porque aquí, in situ, el fenómeno toma cuerpo y vida y su esencia se comunica directamente al ánimo.

  • En este estado, cercano al sueño de horas atrás, aparecen los caballos de la primera carrera. El paddock está atestado y hay que estar listo para coger un sitio en primera fila. Se presentan en sociedad los ocho primeros ejemplares que inauguran la temporada, en un hándicap clase 3 sobre 1000 metros o 5 furlongs. Precisamente en esta distancia, en 2012, se estableció el récord mundial de velocidad, al dejar el crono Stone of Folca en 53 segundos y 69 décimas.

  • El ramal de la línea recta es atravesado por una carretera. Un par de horas antes había pasado por allí pisando asfalto y me había detenido a mirar la pista desde dentro, compartiendo la visión que tienen los protagonistas. Ahora la vía está cortada y el cemento cubierto con unas planchas marrones, niveladas con el césped.

  • El grupo cabalga rápidamente por los palos de fuera, mi opción, Dig Two, el segundo favorito, viaja incómodo al fondo y no se mueve de allí. Siempre en punta, se postula pegado a la valla Recon Mision, que va repeliendo uno a uno todos los ataques que se le presentan, por ejemplo, el de Twilight Madness por el exterior junto con Kape Moss. A 150 metros hay 4 contendientes en un puño y un protagonista inesperado resurge. El número 3, Lihou, de verde oscuro con estrellas y mangas moradas, que parecía no terminar de arrancar, rompe en el repecho final cuando se le abre un hueco de canto de moneda, y, valientes ambos, él y Rossa Ryan, (al que ya he visto hacer varias de estas montas) se cuelan para ganar por un cuello al puntero, cuyo esfuerzo se queda sin el premio gordo a metros de la llegada, manteniendo en foto el segundo puesto frente a Kape Moss.

  • Creo que no puede haber mejor manera de debutar como espectador en Epsom, cuyo curioso trazado dibuja una gigante herradura irregular. Como no hay una segunda curva, la inmensa pradera que se abre entre medias está abierta al público, que pasea o hace deporte, ya acostumbrados y ajenos a lo que sucede a su alrededor. Esta pradera desciende de manera considerable desde la recta de enfrente hasta la final, donde alcanza su punto más bajo y comienza a ascender de nuevo, por lo que, además de esos cien metros finales, también presenta cierto desnivel perpendicular entre los palos de dentro y los de fuera. Este juego de ondulaciones resulta formar parte de un accidente geográfico mayor, que se extiende hasta el extremo sur de Inglaterra -llegando a los famosos acantilados de Dover- y que recibe el nombre de North Downs, de donde toma su calificativo Epsom.

  • Tras la primera toma de contacto, viene la mejor prueba de la jornada, un listed sobre 2000 metros -o milla y 2 furlongs- como preparatoria del Derby. Epictetus, montado por Dettori y entrando por Gosden, dupla de quilates a la que no quito ojo a pocos metros de mí en el paddock, es el papel de la carrera.

  • Lidera el 4, Stormbuster, este pequeño grupo de cinco caballos, con Epictetus, de blanco con franja horizontal verde, al acecho y a la postre ganador. El verde lo han calificado como soft, blando, pero tiene que tirar algo más, ya que se van todos por fuera. Debido a esta inclinación antes mencionada, el agua se debe acumular mucho por dentro. El triunfo parece fácil, sale cómodo del giro y se pone primero casi sin querer, todo lo contrario que el puntero, que se desvanece. El 2, Hadrianus, se mantiene en tierra de nadie, segundo, sin a priori opciones de llegar, aunque sin ser exigido tampoco a su grupa, donde se está produciendo una pelea entre Cite d’Or y Think First por el bronce. Sin embargo, de repente se entiende el aura de esta pista, que puede parecer inocente a lo largo de los primeros 400 metros de recta, donde desciende suavemente hasta nivelarse en el último furlong y terminar transformándose a lo largo de los 100 metros finales en una trampa mortal. Epictetus, quizás echando de menos un origen de más distancia (es hijo de Kingman) muestra un desfallecimiento repentino, a la vez que Hadrianus (descendiente de Galileo, triunfador aquí hace veintidós años) muestra un golpe extra de riñones y recorta dos cuerpos, quedándose a un suspiro de conquistar el primer puesto.

  • Ya puedo decir que he contemplado en directo la victoria de un mito como Lanfranco Dettori, justo el año de su retirada. Antes, ya le había visto montar en una visita que hizo a Madrid en la que no tocó metal. De todas formas, se me va a quedar siempre una espinita clavada, porque salí corriendo a ver la repetición y me perdí su icónica celebración saltando de la silla. No volverá a montar más hoy, ya que se retira su siguiente opción, por lo que, para mí, ha sido la última vez que lo veo a lomos de un caballo de carreras.

  • Llegamos a la tercera y, con ella, al ecuador de la jornada. Es un hándicap clase 2 en la misma distancia que la anterior, 2000 metros. Esta vez, la fortuna se aliará conmigo de dos maneras diversas.

  • Me gusta Soto Sizzler, que cuenta sus actuaciones aquí por ganadores o segundos, y, pese a que su reaparición en Kempton hace dos semanas fue poco esperanzadora, confío en su adaptación al terreno. Por ello, a 12 a 1, Le juego un eachway de 4 libras. Otro que me llama la atención en el paseo previo es Bad Company, afinando poco a poco la forma, ganador over course and distance y apuntado por algunos pronósticos, cierra a 6 a 1. En cierto momento se me viene a la cabeza jugarles en gemelas, pero me abstengo.

  • Comandan Bad Company y Caius Chorister, que también sonaba con fuerza en las últimas horas hasta bajar su cote a 13 a 2. Por su parte, Soto Sizzler galopa tranquilo en las últimas posiciones de un grupo de nueve ejemplares. Llegado el recto, Bad Company con un Pat Cosgrave inspirado, le gana la mano a Caius Chorister y se hace con el mejor carril, el más exterior, para jugarse la carrera entre ambos. Mientras tanto, yo vengo siguiendo la progresión de Soto Sizzler, tapado dentro del meollo, va progresando poco a poco hasta que por fin salta del grupo y tiene un apunte ganador. Veo posible la victoria porque viene fuerte recortando a los punteros, quedando aún los últimos doscientos. No obstante, de nuevo ese último medio furlong en pendiente acaba con toda posibilidad, en cuestión de segundos, de verme con el ganador y el colocado en el bolsillo, empiezo a temer perder este último. Por suerte, todos sufren el esfuerzo final y no termina de llegar Fantastic Fox para arrebatarle el tercer puesto, quedando a medio cuerpo largo. El duelo por el oro lo gana Bad Company, de azul oscuro con uve celeste y estrellas del mismo color en las mangas, que se hace fuerte donde todos flaquean y acaba imponiéndose cómodo a Caius Chorister.

  • Cojo mi colocado a 10 libras, lo que supone más bien una recompensa moral, primero por haber cobrado de los bookies en este escenario y segundo aliviado de no jugar la gemela con el ganador, ya que me hubiese quedado con cara de tonto, habiendo perdido un buen pico después de verlo tangible.

  • La siguiente es una prueba especial. Quizás en apariencia este hándicap clase 3 no pueda parecer gran cosa, pero la cuestión es que se va a correr sobre los 2400 metros, milla y 4 furlongs, y como no voy a estar aquí el día 3 de Junio, éste será mi Derby particular, un simulacro de lo que veré algún día en directo.

  • En el paddock hay una nómina de grandes fustas, entre otros William Buick, James y Hollie Doyle o Tom Marquand, que siempre está riéndose, como si le hiciera gracia todo lo que sucede a su alrededor. En cuanto a los corredores, me quedo prendado de una yegüita alazana, de patas infinitas, alta a la cruz y de figura felina y estilizada, llamada Madame Ambassador, Sin embargo, hacerse los 2400 de Epsom de punta a punta no parece la mejor idea y en la recta termina por diluirse.

  • La leyenda de este hipódromo la sustentan sus famosos metros finales, aunque lo que verdaderamente me llama la atención es una primera subida terrible, sostenida desde cajones a lo largo de 1000 metros hasta el poste de los 7 furlongs, donde alcanzan la cima de la colina y empiezan a descender, ahora abruptamente, tomando ya Tattenham Corner en caída libre, pues el último tramo muestra un gran desnivel, a lo que se une un giro final bastante cerrado.

  • La primera guerra, como viene siendo habitual a lo largo del día, es hacerse con el carril exterior, lo que me recuerda mucho a Lasarte (uno siempre traza analogías con lo suyo). Sir Rumi, de morado con gorra a cuartos blanca y morada, bajo William Buick, es quien toma la ventaja y se presenta como el aspirante a batir. Desde estos terrenos junto a la valla se hace fuerte e ignora los ataques de Tashi y Flyin’ Solo, que acaba segundo a un cuerpo del ganador.

  • La quinta es una clase 4 sobre 1700 metros para novices, hecho que salta a la vista debido al barullo que se monta en la presentación previa. Jalapa, una representante de Juddmonte, está muy nerviosa en los ensilladeros y hace amago de escaparse desbocada, eso provoca la reacción de Dotties Star, que pasaba por allí y, del susto, se pone de manos. Seguidamente, esta Jalapa tiene a bien ir tirando coces a diestro y siniestro, lo que provoca un comentario a mi derecha de una señora que, estableciendo conversación conmigo, me dice con sorna que no le haría gracia montar a ese caballo, “I wouldn’t want to be the jockey of that horse”, a lo que le respondo que “Definitely not”.

  • La salida se da un poco antes de la curva, mandan pronto este corto grupo de seis ejemplares Hey Lyla y Kadovar, les siguen Jalapa y La Española (o, La Espaniola en palabras del comentarista). Kadovar, de blanco por entero con una “Q” mayúscula en naranja, se hace con la querencia de fuera y se pega el paseo del día, desclasando al lote por nueve cuerpos. Lo verdaderamente interesante sucede a sus espaldas, el número 3, Merry Minister, rematando desde atrás, venía dominando al puntero en el último furlong, sin embargo, en los 50 metros finales, Hey Lyla vuelve y acaba por sobrepasar a su adversario, que traía la inercia del remate para quedarse sin nada en el momento de la verdad, perdiendo el duelo por una cabeza.

  • Llegando al final de la jornada no soy capaz de explicarme la deformación temporal que se ha producido en las colinas de Surrey, pues en un chispazo inaprehensible se ha consumido el día.

  • En este hándicap clase 5 en milla y medio furlong, como la anterior, hay un conocido de mi visita a Windsor hace ocho días, Alpha Crucis, que se presenta como el favorito a pesar de la subida de categoría y de seis libras más en su zurrón por su reciente triunfo, lo que viene a ser casi tres kilos.

  • Este Alpha Crucis, de verde y rombo azul, cabalga tras los líderes y ataca pronto con la intención de coger los palos, una vez allí, navega viento en popa hacia su segunda victoria seguida y empieza a sacar cuerpos a sus rivales. La gente está ya acariciando sus boletos ganadores cuando la pista de Epsom muestra todo su poder y, como un dios caprichoso, decide quitarle sus favores al pobre Alpha Crucis y descargar su furia contra él. Desde el fondo y totalmente inesperado, Expressionless, haciendo en un primer momento honor a su nombre, inexpresivo e indolente durante todo el recorrido, casi descolgado, comienza a rematar hasta que en los últimos doscientos explota con uno de los mejores cambios de ritmo que recuerdo, la grada ruge barruntando el drama, estamos todos en vilo, el líder pierde ventaja a cada tranco, su jockey, Jason Watson echa una mirada de soslayo para mirar el tsunami que se le viene encima, mientras, a su montura se le atragantan los kilos de más, el esfuerzo tempranero y este castigo olímpico en forma de cien metros que no acaban nunca, recorriendo su via crucis particular. Justo en este tramo, Expressionless, de negro con estrellas lilas y mangas en viceversa, asesta un golpe final demoledor y sobrepasa a Alpha Crucis quitándole las pegatinas, acabando por sacarle un cuerpo y tres cuartos.

  • Esta es una de las mayores salvajadas que he visto en una carrera de caballos, una de esas llegadas que amortizan la entrada (que ya estaba amortizada de sobra, todo hay que decirlo) y que se quedará para siempre en el recuerdo.

  • Con este broche me despido del turf inglés. Remonto en sentido contrario la recta, ya pisada y levantada de los galopes, y, al atravesarla por la carretera reabierta, me meto en ella y contemplo esa rampa final, es en la lejanía donde se la puede apreciar en todo su esplendor, pues dentro de la grada se pierde la perspectiva y no semeja lo que en realidad es. Arranco unas briznas de este césped y me escabullo.

  • Antes de coger el tren vuelvo a subir a la colina, me siento en un banco y durante un rato me quedo mirando absorto todo el espacio que se me ha abierto a lo largo de cinco horas. Este paraje ya no será más una imagen en televisión. Tendida delante de mí, constato que, en efecto, Tattenham Corner existe de verdad.










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